martes, 21 de agosto de 2007

Hombres y Mujeres eran los de antes...



Y un buen día se inició la tan nombrada y conocida “revolución femenina”…
¡Uy Dios! ¿Quién me metió en esto sin consultarme? Justo vivir esta transformación tan amorfa…
Entonces se llegó a lo que algunas creen “Igualdad entre los sexos”.
A saber:
-1 ¿Quién carajo quiere ser igual que un hombre? (¿Ven mis términos? Las mujeres de antes no hablaban así. Hasta Mirta Legrand decidió decir “carajo” después de 80 años para que le den pelota).
-2 Ganamos espacios dicen… ¿Pero cuántos perdimos? Y lo que es peor, tal vez perdimos el más importante: “La magia de la femineidad”
-3 Cuando un hombre me dice: -No bolú…
Pienso ¿Esto es igualdad? Dejame a mí en el lugar de fémina que me corresponde, lo prefiero. No cambio mi esencia y mi lugar por ninguna supuesta igualdad. No quiero tampoco ser un par de ellos, ya que tienen un lugar masculino que ni rozar me interesa. Sí compartir, si educar a nuestros hijos juntos, sí sentirme frágil y permitir que me protejan. Sí Compartir no Competir.
-4 En este fastuoso camino perdimos la conquista, ya no nos seducen, es todo rapidito o nada… Ok nada.
Yo amo el ritual de la seducción, el juego de intercambiar miradas, el acúmulo de deseo, el conocer al otro de a poco.
Y no pasa por ser moderna, soy mamá y uso polainas, no tiene que ver con adaptarse al sistema, porque de hecho me he acomodado a miles de situaciones que me eran difíciles. Pero sigo creyendo que el sexo es la definición de una sucesión de deseos y sensaciones, que esa piel que elijo debe ser tibia, acogedora y sólo si no resulta… pasajera.
Sigo con la necesidad de que me mimen, me besen y me hagan sentir querida y cuidada.
Soy independiente, trabajo y me autoabastezco, a mis hijos los eduqué con mis valores aunque la vorágine generalizada marque otro rumbo, porque “El Amor” se fomenta, se provoca, se gesta y hasta donde me consta no nace de un deliberado delivery de sexo.
¡He dicho!