miércoles, 24 de octubre de 2007


Ya Casi No Duele…

Andrea dejó todo para apostar a ese loco amor…
Martín tenía diez años menos que ella, situación que de entrada no le pareció propicia para iniciar una relación con miras al futuro.
“Si son inmaduros a los cuarenta con veintiocho años nada puedo esperar”
se dijo pero…
Una mañana Martín se levantó convencido que la mujer que quería a su lado,
con la cual deseaba amanecer cada mañana era Andrea. Sabía que ella
no aceptaba la diferencia de edad pero él estaba dispuesto a todo (Y ya sabemos lo que un hombre dispuesto a todo es capaz de hacer…LOCURAS todas LOCURAS).
Empezó a meterse en los espacios vacíos de ella, sabía que tenía que ser original
para lograr su meta.
Estaba pendiente de sus gustos, sus necesidades, sus caprichos.
La inundaba con mensajes de textos, mails, carteles por doquier.
Andrea apretaba los dientes intentando sostener la indiferencia,
pero sabía muy bien que el “menor” estaba calando hondo en ella.
Fue esa tarde lluviosa en que la tomó del brazo en la calle y le dijo:
-No quiero que te mojes.
Y la llevó a un tomar un café. Mientras hablaba se le acercaba, se alejaba,
casi la rozaba, se volvía a apartar.
Ella enardecía de deseos pero aún resistía vagamente, empezó a sentir
escalofríos por el cuerpo, esa boca de él se le insinuaba única, letal, apetitosa.
Tenía la remera mojada y un mechón de pelo caía en su frente
invitándola a tocarlo, todo.
Al rato tenía la vista nublada de tantas sensaciones, imaginando lo que le haría…
Martín hablaba pausadamente sabiendo que lo que veía en los ojos de
Andrea era el deseo al más alto nivel.
Se acercó mientras ella comentaba lo increíble de esa tormenta
y la besó suavemente pero la respuesta fue salvaje, ni él entendía
la fiereza desatada en segundos…
En segundos estaban en el departamento de Andrea arrancándose la ropa a jirones, necesitaban el “piel a piel” a modo de urgencia.
Se sintieron plenos, saciados, satisfechos y volvían a embestirse una y otra vez.
A los tres meses ya estaban viviendo juntos, tenían una relación extraña,
eran muy distintos, pocos gustos en común pero un sexo celestial de la
forma más bestial.
Los infinitos desacuerdos se perdían entre las sábanas, allí quedaban
inmersos en la nada, insignificantes ante tanto sentir…
Pasaron tres años rápidamente, en un abrir y cerrar de ojos estaban
tan involucrados que ni ellos le daban veracidad a la situación.
Pero los humanos solemos boicotearnos hasta las situaciones ideales…
Una tarde Andrea volvió antes al departamento para darle una sorpresa a Martín…
¡Y vaya que se la dio!
Allí estaba Martín entre otras piernas, con otro cuerpo sudado a su lado
(Por cierto con unas perfectas tetas y una cola digna de aplaudir).
Andrea quedó enmudecida mientras él susurraba desesperado:
-¡Es es una amiga, sólo una amiga!
-¿Amiga? ¿Amiga de quién? ¿Mía, tuya, de tu puta madre? ¿De quién imbécil?
Allí estaba la muy puta, entre sus sábanas, con su hombre, en su cama.
-¿Qué haces acá?- dijo Martín pálidamente absorto.
-¡¡¡Es mi casa pedazo de infeliz, la misma que comparto con vos hace
tres sarnosos años!!!
-¿Por qué no llamaste antes de venir? -reclamó él.
-En primer lugar porque no sabía que estabas con una puta en mi cama,
en nuestra “ex puta cama” más precisamente. En segundo lugar porque
quería darte una sorpresa. Y en tercer lugar porque hasta hace dos segundos
quería ver al hombre de mi vida para decirle…
Ya no hay nada que decir, dejalo así. Vestite, recogé todas tus cosas de acá
y llevate con vos a tu puta con “el orto escultural”.
Andrea hablaba sin saber cómo lograba hacerlo, tanto dolor ya no cabía en el cuerpo, ni en la cabeza tantas preguntas. No tenía ganas de enfrentarse a esa puta realidad,
a esos sueños rotos…
Bajó las escaleras y se desplomó en el sillón del living, cuando se disponía a llorar libremente, al apoyar la mano en el almohadón se topó con la cartera de la puta
“no podes tener ese orto” e inmediatamente se rearmó y empezó a los gritos:
-Culo perfecto: ¡¡¡SACA YA TU PUTO BOLSO DE ACA ANTES
QUE LO ARROJE AL VACIO!!!
La intrusa bajó desesperada las escaleras de dos en dos, tomó su bolso
y huyó por la puerta.
Andrea cubrió su rostro con las manos y las lágrimas no dejaban de salir, la ahogaba la tristeza, el desconcierto, se resistía a toda esta mierda.
Casi como un aluvión pasó Martín al rato con sus bolsos y los ojos l
lenos de culpa en forma de lágrimas…
Durante un largo tiempo, las noches se convertían en la peor de las trampas,
el miedo y los recuerdos asistían puntualmente y se ocupaban del insomnio.
Ni hablar cuando recordaba en manos de qué culo perfecto se habían
esfumado su feliz vida, sus proyectos y su mejor intento de volar.
Pero dicen que “El tiempo y el olvido son como hermanos gemelos”…
Cuando llegó al abismo de su tristeza, comenzó lentamente a
recuperar la sonrisa que se instaló con la idea de no dejarla en manos de nadie,
es tan valiosa y hay tanto irresponsable dando vueltas por ahí…